domingo, 17 de abril de 2011

La Tigresa del Oriente le ganó a la burla y al ridículo


Una peruana con casi siete décadas a cuestas fue tema recurrente para las páginas y espacios de farándula durante toda esta semana. Esta abuela osada que se viste de felina y ofrece rugidos a las cámaras, visitó Venezuela con una gira que cumple -sin ápice de afinación- su sueño de ser cantante

Faltaba menos de una hora para que llegara la medianoche. En una habitación del hotel Meliá Caracas, la Tigresa del Oriente todavía atendía a las entrevistas que le habían quedado pendientes desde su llegada al país, tres días atrás. La luz de una lámpara de piso la iluminaba de arriba a abajo, desde esa larga cabellera artificial, cargada de dorados y rizos, que hacía juego con el color oro del vestuario con pintas de jaguar y las plataformas brillantes que poco después luciría en su primer show en Caracas. Su rostro, cubierto de escarcha, servía de marco a unos ojos perfectamente delineados, sombreados de rosa, estampados con líneas diagonales oscuras y largas pestañas que pretendían imitar una inquietante mirada felina. "Si hubiera sido una señora cobarde que le tuviera miedo a las críticas, hubieran sido ellos los triunfadores, los detractores, y yo hubiera sido la perdedora. En este caso no, yo quise ser la ganadora", dijo con su remarcado acento peruano que se alejaba de cualquier gesto altanero. En su visita a Venezuela demostró que, pese a los señalamientos y descargas, la victoria sí ha estado con ella.

Esta creación extemporánea, que parece sacada de una serie de superhéroes de mediados del siglo XX, es uno de los fenómenos freakys latinoamericanos de Youtube, una mujer que luego de sus sesenta años de vida decidió lanzarse a los escenarios con ajustados trajes animal print para cumplir el sueño de ser cantante y acariciar una popularidad que la ha llevado a presentarse en México, Colombia, Argentina y su natal Perú con una voz que poco ha sabido de ritmo y afinación, pero sí de pasión y resistencia a los destructivos comentarios digitales que le recriminan que a su edad adopte la ilusión infantil de convertirse en estrella.


Durante esta semana que culmina estuvo en Venezuela, ocupó primeras páginas de diarios, apareció en noticieros y programas de radio y televisión y consumó una mini gira que, además de dos funciones en la capital, la llevó a locales nocturnos de Barquisimeto y Maracaibo. Más de 1.500 personas compraron su entrada para presenciar el bizarro espectáculo que nació hace más de un lustro en la web y que se ha difuminado a través de las redes sociales.

Detrás de la piel atigrada

Su nombre es Judith Bustos, una maquilladora que por más de treinta años se dedicó a recrear las caras de los actores de programas humorísticos de varios canales de televisión limeños. Nació en 1944 y es parte una familia humilde y numerosa, 16 hermanos, que se radicó en la provincia de Iquitos, en el corazón de la selva, cuando su padre empezó a trabajar en la industria de caucho de la región. Pero Bustos no fue siempre una tigresa. Muy joven se mudó a Lima con una pequeña aspiración de intérprete que nunca tuvo aliento. Allí consiguió trabajo, un matrimonio y dos hijas por quienes decidió postergar el sueño.


Al ver a sus pequeñas convertidas en profesionales - una psicóloga y otra veterinaria - les consultó si todavía podría ir en pos de aquella quimera. Ambas le dieron su voto de confianza y con este comenzó a confeccionarse un personaje que le rindió homenaje al amenazado tigre americano de su terruño. Se puso telas pintadas y ceñidas, pelucas voluminosas, tacones altos y unas garras caseras: guantes largos y atigrados rematados con largas uñas negras y postizas.


Ataviada de felina, grabó un video con una pista de fondo, en exteriores y con bailarines que sólo quedaría entre familia, pero que accidentalmente se coló en Internet y obtuvo millones de visitas, parodias y mordaces comentarios que decían que Bustos debía estar en casa cuidando nietos y no haciendo el ridículo en la web. Ella, mientras, ignoraba la cantidad de gente que la estaba siguiendo. "Esa fue la gran sorpresa que tuve después de haber empezado a hacer música como un juego. Yo nunca he estudiado música, ni siquiera conocía cómo son los tiempos de las canciones, pero poco a poco he ido aprendiendo", afirmó tras editar un segundo disco con orquesta y haber obtenido en 2007 un contrato discográfico con la Warner Music para hacer una versión remix del que considera su "tema de oro": Nuevo amanecer.


La Tigresa no se siente vieja. Evade decir su edad y atribuye el número a un estado mental. En varias entrevistas dijo tener fuerzas para seguir por varios años. "Viejo es el mar y todavía se mueve (...) Yo siento que estoy en el mejor momento de mi vida artística, pero sé que va a pasar", agregó como quien está consciente de lo efímero de sus 15 minutos de fama.


El Perú que no la termina de aceptar

Una de las quejas frecuentes de la Tigresa es el escaso apoyo que ha tenido en su país. "Nadie es profeta en su tierra", repite quien antes de ser tomada en cuenta por los medios peruanos, había sido entrevistada en otras latitudes como el fenómeno curioso que - junto a la ahora adolescente Wendy Sulca, conocida por su tema La Tetica - había despertado en Internet. Sus primeras apariciones en los programas de televisión limeños estuvieron trastocadas por preguntas burlonas y sarcásticas, e incluso hubo un psiquiatra que sugirió en un talk show que la artista sufría de un desorden mental, escándalo que casi termina en una demanda contra el canal de televisión en donde ella misma trabajaba.


En ninguna emisora de radio peruana ha sonado alguna vez uno de sus temas. "El apoyo de los medios no me hace ni más ni menos. Me tiene sin cuidado que me apoyen o no me apoyen, aunque agradezco mucho a aquellos que sí lo hacen. Si no me apoyaran, igual seguiría haciendo música a mi estilo, componiendo canciones porque me gusta, me distraigo. Yo no sé si a alguien le vaya a gustar o no, pero yo soy feliz haciendo lo que hago", enfatizó y dijo que prefería seguir la corriente a quienes le quieren tomar el pelo.


Pero esas afirmaciones que parecen demostrar un carácter de fiera chocan con la imagen ingenua que muestra en persona. Su acento, voz aguda y pronunciación que se enreda a ratos dejan entrever a una gatita que a veces es demasiado inocente ante la malicia de los animadores de televisión. Si a esta escena se suma la actitud que guarda en sus performances, en donde olvida las letras de las canciones que dobla y se exhibe poco elocuente hacia la audiencia, sus orígenes humildes y provincianos quedan al desnudo.


Sigo siendo una madre de familia

Violeta Reaño es comunicadora social y hace algunos años pasó la treintena. Había estado trabajando en relaciones corporativas y marketing de varias empresas hasta que su tío le habló en 2009 de la Tigresa, quien necesitaba una mánager que le llevara las riendas a sus contratos y agenda. Ella no le prestó atención al ofrecimiento, admitía que nunca había manejado a un artista y ni siquiera conocía al personaje por referencia, así que el trabajo no le interesaba. La insistencia de su familiar le obligó a llamar a Bustos, que con una voz cariñosa la invitó a reunirse para conversar. Intrigada por la nueva estrella, ingresó a Youtube y vio los famosos videos. "Me dije: tengo que conocer a esa señora que se atreve a hacer esto (...) Me cautivó desde el primer día que la vi. Era tan sencilla, tan ella, tan auténtica (...) fue como amor a primera vista", dijo entre risas la responsable de manejar las presentaciones de la felina y todas las redes sociales que la rodean.


Durante los dos últimos años, la vida de la Tigresa ha cambiado de manera drástica. Aquella agenda que sólo tenía pendiente su trabajo como maquilladora de televisión y en la estética de su casa, se completa ahora con presentaciones en fiestas privadas, entrevistas y viajes al exterior. "Yo sigo siendo la señora Judith Bustos, agradezco a la gente que me dice que soy reina y diva, pero yo no me siento así. Soy una madre de familia y una trabajadora más".

La artista todavía va a los mercados populares a hacer las compras de la casa y se utiliza las combi (como le llaman a los transportes colectivos en Lima) para trasladarse. "Si quiero ir a un sitio que queda un poquito lejos y estoy cansada, me subo a una combi y así me duermo un rato", dijo con picardía infatil. "Hay gente que me dice 'Tigresa, con tanto dinero que estás ganando porqué no tomas un taxi'. Yo lo miro no más y me sonrío".

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